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Cabeza localizada en Acatzingo: corresponde al empresario de Tecamachalco secuestrado el 23 de septiembre

Puebla Sur Noticias

La cabeza localizada en Acatzingo ha sido identificada como la de Julio Torres, empresario originario de Tecamachalco, Puebla, quien fue secuestrado el pasado 23 de septiembre. El hallazgo ha conmocionado a la región, pues la familia de la víctima confirmó que el rescate había sido pagado, pero los plagiarios no respetaron su vida. Este hecho refleja con crudeza la violencia que se vive en varias zonas del estado y ha generado una profunda exigencia de justicia.

El descubrimiento ocurrió en inmediaciones de Acatzingo, donde vecinos reportaron la presencia de restos humanos acompañados de un mensaje de advertencia firmado presuntamente por grupos delictivos que operan en la región. Autoridades municipales dieron aviso a la Fiscalía General del Estado (FGE) de Puebla, la cual se encuentra a cargo de las investigaciones. La cabeza localizada en Acatzingo no fue hallada junto al resto del cuerpo, lo que hace aún más complejo el proceso de identificación y recuperación.

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Secuestro y exigencia de rescate

Julio Torres, empresario de Tecamachalco, fue privado de su libertad el 23 de septiembre en circunstancias que aún se investigan. Vestía una playera amarilla, pantalón de mezclilla azul y tenis fosforescentes color naranja, según la ficha difundida por sus familiares en redes sociales. La familia denunció de inmediato la desaparición y poco después recibió exigencias económicas para liberar al empresario.

De acuerdo con testimonios, la familia logró reunir el dinero solicitado y cumplió con el pago del rescate. Sin embargo, los plagiarios incumplieron el acuerdo y la cabeza localizada en Acatzingo confirma que Julio fue asesinado a pesar del esfuerzo de sus allegados. Este hecho ha encendido nuevamente el debate sobre la vulnerabilidad de las víctimas y la falta de garantías aún en casos donde se accede a las exigencias criminales.

El hallazgo en Acatzingo y las irregularidades

La cabeza localizada en Acatzingo apareció en un punto del municipio que colinda con la autopista Puebla–Orizaba. Vecinos aseguran que autoridades municipales manipularon la escena antes de la llegada de peritos estatales, trasladando los restos a otro lugar, lo cual podría haber afectado la cadena de custodia.

Junto a los restos se encontró un mensaje firmado por supuestas células delictivas, entre ellas “Los Caltencos” y “Los Tepeacas”, que operan en distintos puntos de Puebla. Estas organizaciones criminales han sido señaladas en múltiples hechos violentos de los últimos años, desde secuestros hasta ejecuciones con mensajes de advertencia.

El clima de violencia en Acatzingo y Tecamachalco preocupa a la población, pues casos como este muestran cómo incluso empresarios locales que generan empleos y dinamizan la economía están expuestos a secuestros y asesinatos.

Impacto en la comunidad y en la seguridad de la región

El caso de la cabeza localizada en Acatzingo ha generado indignación en Tecamachalco y municipios vecinos. La familia de Julio exige justicia, no solo para honrar la memoria del empresario, sino para sentar un precedente que impida que este tipo de crímenes quede impune.

Organizaciones ciudadanas han alzado la voz, exigiendo al gobierno estatal y a la FGE una estrategia más contundente contra la delincuencia organizada. En la región se han registrado otros casos de secuestro y homicidios que han debilitado la confianza de la sociedad en las instituciones encargadas de garantizar la seguridad.

La pérdida de un empresario como Julio no solo es una tragedia personal para su familia, sino que también afecta al tejido social y económico de la región. Comerciantes, emprendedores y productores locales expresan temor de convertirse en el próximo blanco de la delincuencia, lo que genera incertidumbre en las actividades productivas de Puebla.

Exigencia de justicia y retos pendientes

La Fiscalía estatal ha confirmado que continúa con las investigaciones para localizar el resto del cuerpo de Julio y dar con los responsables del crimen. Sin embargo, familiares y vecinos temen que el caso pueda quedar estancado, como ha ocurrido en otros sucesos similares en la entidad.

La cabeza localizada en Acatzingo es un recordatorio del nivel de brutalidad con el que operan los grupos delictivos en Puebla. Los ciudadanos esperan resultados concretos: detenciones, procesos judiciales transparentes y una estrategia clara para frenar los secuestros en la región.

El caso de Julio es también un llamado a las autoridades federales para reforzar la seguridad en el corredor Puebla–Orizaba, una zona identificada como de alto riesgo por la presencia de bandas dedicadas al robo, secuestro y extorsión. El reto ahora es transformar la indignación social en acciones efectivas que garanticen justicia y devuelvan confianza a la población.

Con este crimen, la región de Tecamachalco y Acatzingo queda marcada por una herida difícil de sanar. La exigencia es clara: que la muerte de Julio no sea una estadística más, sino un punto de inflexión para que las autoridades actúen con decisión contra la violencia que amenaza a los ciudadanos.

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